Los investigadores no creen que la situación mejore ni se produzca un ‘rápido retorno a la normalidad’ al menos hasta octubre de este año
La situación se percibe en todos los puertos de Entre Ríos, los límites de aguas del Río Paraná parecen estar más bajos que nunca y ya preocupan a los expertos. Cambios en la vida ambiental, económica, productiva y social entrerriana, la bajante histórica, calificada como el estiaje más largo de la historia desde 1884, podría cambiarlo todo.
El fenómeno, que comenzó en marzo 2020, ya se lleva todas las miradas del Instituto Nacional del Agua (INA), quien aseguró que esta situación permanecerá al menos hasta el último bimestre del 2022.
Y si bien podrían registrarse lapsos con una recuperación “acotada y efímera”, los investigadores no creen que la situación mejore ni se produzca un ‘rápido retorno a la normalidad’ al menos hasta octubre de este año. Desde su inicio, en 2021, el río recuperó una tendencia alcista sin alcanzar su normalidad y volvió a caer a fines de ese mismo año.
Para recordar una situación peor a esta bajante, hay que viajar a 1944 cuando el río marcó 1,40 metros por debajo del nivel del mar frente a la ciudad de Paraná, al igual que en Diamante donde se registró -1,38, en Victoria -41 y en La Paz -1,11.
Actualmente, el río se mantiene con una altura de 86 centímetros en la capital provincial, sin embargo sigue siendo lejos de su nivel de aguas bajas (2,30 metros), pero igualmente 1,81 metros menos de su altura promedio para este momento del año (2,67 metros).
Mientras tanto, en el noroeste entrerriano, en La Paz, el río Paraná alcanzó los 1,52 metros de altura, menos de la mitad de su límite de aguas bajas (3,20 metros), y lejos de los 3,60 que la Prefectura Naval Argentina (PNA) registró como promedio entre 1996 y 2021 para este mes.
En el puerto de Diamante, yendo hacia el sur de la costa entrerriana, el río establece su nivel en 1,14 metros, cifra que está por debajo de los 2,40 metros del límite de aguas bajas y del promedio histórico de 3,88 de los últimos 25 meses de agosto.
Por otro lado, en Victoria, el río Paraná se encuentra con 1,70 metros de altura y en la misma situación que el resto de Entre Ríos: por debajo de aguas bajas (2,60) y de sus 3,59 registrados como promedio este mes.
A esta situación se le suma la condición de sequía en la región, marcada por las escasas precipitaciones en el delta del Paraná. Por esa razón el río marca un caudal cercano a los 10.100 metros cúbicos por segundo y continuará con niveles fluviales “muy bajos y muy por debajo de los estándares normales”.
Las consecuencias medioambientales
Tal como temían los expertos, la histórica bajante también comienza a afectar al ecosistema del lugar. Hasta ahora afectó la fauna íctica al dejar seco el valle de inundación (donde los peces se refugian, alimentan, reproducen y crecen); produjo inconvenientes en el riego de cultivos y complicó las producciones industriales que necesitan captar agua.
También acrecentó los problemas de incendios en las islas y los de contaminación del agua, ya que se redujo la capacidad del río de dilución de los afluentes crudos o industriales.
En ese sentido, el secretario de Agricultura y Ganadería de Entre Ríos, Lucio Amavet, detalló otros rubros en los que la bajante del Paraná impactó: “Golpeó fuertemente a acopiadores, fileteadores, transportistas y más de 3.000 familias de pescadores. Las barcazas comerciales tuvieron que adecuarse a transportar mucha menos cantidad, lo que ralentizó la navegación y ha encarecido enormemente el transporte fluvial”.
En la misma línea se pronunció la secretaria de Ambiente de la provincia, Daniela García: “Es una situación histórica particular que nos enfrentó a una situación compleja desde lo ambiental. Esta situación que seguirá hasta 2025 puso en crisis la producción, tuvimos serios problemas con incendios y destruye el hábitat de la fauna”.